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domingo, 23 de septiembre de 2012

DOLOMITI ESENCIA DE ROCA




  
Dolomiti un edén de la escalada pura en roca; un pasaje obligado para el vagabundo y romántico de las paredes, lugar de peregrinaje que merece visitarse durante varios años, aprendiendo su historia y dejándose llevar por las formas, entorno y ambiente que le dan un marcado carácter de escaladas de aventura, en uno de esos lugares que son únicos en el planeta.
Divididas en Dolomitas del norte y del sur con la zona de trentino con el grupo de la Brenta como el macizo más occidental y separado de los demás grupos; forman un lugar mágico que subyuga e irremediablemente se apodera de tu corazón.
Desde Sesto hasta la Val Canali se hace difícil escoger una zona; después de estudiarlo concienzudamente uno se decanta por el grupo de la Brenta, Sella y Pala di San Martino, a sabiendas de que se deja atrás otros grupos igualmente interesantes. El sueño de Ícaro vuela por Catinaccio, Ampezzo, Bosconero o lo que concretamente me definiría como; Rochetta Alta, Torre Venezia, punta Fiammes, Tre Cime di Lavadero, Tofana di Rozes…



Mi madre dormita con la televisión en marcha, supuestamente esta visionando la película “El árbol del ahorcado” de Gary Cooper; yo estoy acabando de cenar y me quedo viendo la película. Acabada esta, entro en mi habitación y repaso el listado de material, en la cama está parte de la impedimenta que se vendrá conmigo mañana, para tomar un nuevo pasaje a los caminos verticales. Todo parece incorrectamente adecuado y digo incorrecto porque los neceseres se esparcen encima de la cama dando una visión apropiada a este adjetivo. Espero no dejarme nada importante.
EQUIPO Y MATERIAL
1:50 horas de la madrugada, la almohada y la sábana se pegan a mi cuerpo desnudo; julio es caluroso en el Mediterráneo y está haciendo que impida coger el sueño, doy no sé cuantas vueltas y no logro conciliarme con Morfeo. Medio dormitado recorro el trayecto de la habitación al comedor, donde se halla el balcón, deslizo un poco más la puerta y por un instante se me cruza la idea de venirme a dormir aquí. Un muchacho circula en bicicleta por la avenida; a donde irá a estas horas? me vuelvo a la cama.
El sonido del móvil me saca del reparador bienestar en el que me hallaba; toca levantarse. Estiramientos encima de la cama, desayuno, ducha, repaso a los macutos, todo en ese orden. Suena el teléfono, me preparo un bocadillo, vuelve a sonar y vuelta a repasar los macutos; los nervios ante una nueva salida me hacen ir al baño a miccionar una y otra vez.
En escasas dos horas el avión está aterrizando en el aeropuerto de Bérgamo y el trajín de pasajeros es notable. Pau se va a recoger el vehículo que tenemos reservado, y aparece con un huevo de gallina sobre ruedas, es lo que nos parece el Fiat cinqueccento, al que a base de rellenar y apretujar los petates logramos empaquetar todo el equipo y nosotros también. Arrancamos y nos ponemos en marcha.
ROCÓDROMO EN ARCO DI TRENTO
Arco es nuestra primera parada y a su camping nos dirigimos. Esta población convive con el ambiente de la escalada y por sus calles se contabilizan unas seis tiendas de material de montaña, pero lo que más me impresiono es su escultural rocódromo municipal. Ante la mala predicción del tiempo el día siguiente lo dedicamos a pasear y escalar un poco en su afamada escuela deportiva; bueno un servidor sigue paseando, ya que tengo una contractura en la espalda, producida al levantar un petate en el aeropuerto de Valencia. Después de tantos esfuerzos e ilusiones por estar aquí, me lesiono en el momento más inoportuno. En la farmacia me compro una crema antiinflamatoria, veremos a ver… pero que no decaiga ese ánimo.
Carretera de montaña y pueblos colgados de ella, es el rosario por el que vamos circulando hasta llegar a Madonna di Campiglio; bien cuidada población con un centro impoluto. En la oficina nos informamos y con el vehículo bien aparcado procedemos a preparar las mochilas. El teleférico de Groste nos ahorra una larga subida, al coste de 14 euros; desde la estación superior nos ponemos en marcha en un ambiente algo nublado y viendo ya las primeras paredes; se respira el ambiente Dolomiti. Un sendero bien trazado nos lleva hasta el refugio de Brentei.
CROZZON DI BRENTA
La visión del Crozzon di Brenta (3.123 m) apabulla y eriza el vello, no se puede dejar de mirarlo. Croz significa “montaña de roca viva”, el aumentativo nos quiere decir “roca enorme y gigantesca” el Crozzon fue llamado durante un tiempo “el Diente del gigante de los Dolomitas”. El pionero de la Brenta el inglés Freshfield lo definió como “uno de los más extraordinarios monumentos de la naturaleza”, este personaje ascendió a la cima Tosa, la más alta de las dos puntas en 1873. En sus apuntes escribió “Mientras desciendes el Val Brenta, vuélvete y mira arriba, por encima de tu cabeza un torreón colosal se alza majestuoso… En ninguna otra parte de los Alpes tendrás una impresión tan fuerte de soberbia y aplastante verticalidad.” La primera ascensión a la punta Crozzon (3.105 m), fue del guía M.Nicolussi de Molveno y del alpinista Baumann, el 16 de julio de 1882. Pero la majestuosa pared nordeste de 900 metros de altura permanecía inescalada, hasta que un audaz Paul Preuss y Paul Relly se atrevieron a trazar su primer itinerario. Pero será Bruno Detassis quien inaugure en 1935 en compañía de Enrico Giordani, un elegante y espléndido itinerario en escalada libre con pasajes de V+ en la zona de la pared convexa, quedando como una de las más bellas y clásicas del macizo; “Vía delle Guide”.
Venimos con idea de meternos en esta muralla por la vía citada anteriormente, pero esto no será mañana, pues primero no hemos decantado por el no menos bello y audaz Campanile Basso; para muchos esta torre es la más elegante de los Dolomitas y su belleza enamora al primer golpe de vista.
      EL IMPRESIONANTE CAMPANILE
Acomodados en nuestra habitación, empezamos a preparar el material y las vituallas para la jornada de mañana; con todo listo nos bajamos al comedor a cenar; este se adorna de retratos de legendarios escaladores y paredes; paredes que circundan este acogedor refugio. Un poco de tertulia y como siempre ojeada a la reseña antes de irse a dormir.
Nos ponemos en marcha temprano, cogemos un sendero que se encamina hacia el paso Bocca di Brenta, la vasta muralla del Crozzon queda iluminada por el astro diurno, mientras que el Campanile sigue enfundado en sombra; pronto localizamos el comienzo de ruta y sorpresa, hay una chica austriaca asegurando a su pareja y algo más arriba otra cordada progresando sobre el tercer largo; seremos siete personas con un mismo fin. Dividimos el ascenso en tres tercios y es Ramón quien se encarga de abrir el primero; el ambiente está fresco y la roca fría que no veas, las manos no sienten el tacto rugoso de la piedra; Pau escala con guantes.
Llegamos a la base de un marcado diedro y ahora me toca ir abriendo vía; todavía estamos a la sombra y   las manos aun no han cogido el suficiente calor para poder progresar cómodamente. Llego a la reunión que por suerte ya está recibiendo la tibieza del sol.
Los largos se van sucediendo y hacemos un nuevo relevo, Pau se encargará de dirigir la cordada hasta la repisa llamada Spallone. El inicio de un largo, con paso de bloque de 6ª+ imposible de asegurar le hace templar el acero, pero lo supera perfectamente, protegido por sus compañeros. Una espectacular y aérea travesía nos conducen a una ancha plataforma de donde arranca el torreón final…
AÉREA TRAVESÍA EN LA VÍA FHERMAN
Para el alpinista y escritor Hans Kiene, el Campanile es “el sueño de cualquier escalador; pero para quien logra escalar sus empinadas y lisas paredes, el sueño se convierten una realidad todavía más maravillosa”.
El Campanile ha sido, un maravilloso sueño hecho realidad.
En cuanto al Crozzon y su Vía delle Guide, tendrán que esperar para otra ocasión; unos heleros que se encuentran en su camino de bajada requieren el uso de grampones y no los tenemos, el razonamiento lógico se impone ante un arriesgado descenso.
Si el macizo de la Brenta es austero, salvaje y con cierta sensación de aislamiento; las torres de Sella hacia donde ahora nos dirigimos se muestran con un cariz acogedor abiertas a los cardinales, sus accesos son fáciles y cortos ya que el paso de Sella se halla cerquísima; autocaravanas, moteros y ciclistas colorean la carretera, algunos teleféricos hacen el resto dando el aspecto humanizado a estos dientes calcáreos.
Las tres torres son una invitación constante para los escaladores, estas paredes ofrecen tanto itinerarios de media jornada como vías de grandes dificultades. La Torre Terza (tercera) 2.688m, de bella factura y la más alta del conjunto, fue conquistada por K. Berger y E. Franzelin el 29 de julio de 1900. Nosotros hemos elegido la ruta, Vinatzer-Peristi a la tercera torre, esto se traduce en escalar la obra de uno de los más grandes dolomíticos, Giovan B. Vinatzer.
APROXIMACIÓN A LAS TORRES DE SELLA
Abandonamos el asfalto por una senda bien trillada y en poco tiempo alcanzamos la base de la pared; una visual al croquis, pero este no nos aporta mucha información, así que aplicamos la lógica y de manera correcta me hallo trepando por la roca alcanzando el primer punto de reunión. La tónica de esta ruta como la mayoría de las denominadas clásicas es cincelar un camino evidente dentro de la vasta escultura de roca y aquí se creó un itinerario que ha sabido mantener su valía al paso de los años.  Llegamos a la repisa que atraviesa toda la vertiente oeste, lugar por el que después pasaremos en el descenso; aprovechamos para comer y beber antes de afrontar la segunda parte de esta torre. De aquí arranca el largo más difícil de la vía, formada por una placa rayada por una fisura para dedos y rematada por un techo. Precioso, mantenido y atlético son mis adjetivos para esta tirada, sin duda el clave de toda la escalada.
PAU EN LA FISURA DE DEDOS
El último trecho es una suave trepada que nos deja en el montón de piedras que engalana la cima; dejamos constancia en el libro de registro, algunas fotos y la visita de un cuervo, al que le ofrecemos migajas de barrita energética y enseguida a pensar en el descenso. Este se muestra peligroso y con muchas zonas abiertas a una exposición más que respetable. En ocasiones los descensos entrañan mayores riesgos que la misma escalada. Rapeles, destrepes, senda abierta al precipicio y más rapeles, nos depositan finalmente a pie de pared. Una vez en el sendero de vuelta al paso de Sella a recoger el coche, me paro en repetidas ocasiones a contemplar la esbelta silueta de la torre terza.
Los días venideros la meteorología se muestra adversa y la Pala di San Martino, la siguiente parada en nuestra hoja de ruta se apea de esta. Volvemos a Arco y como final al periplo nos hacemos una barbacoa en el camping; una inminente tormenta desluce nuestro manjar y en unos momentos me hallo con los pies desnudos buceando en un agua color chocolate. Esta noche nos metemos en el rocódromo a dormir.
Corto espacio temporal el que hemos disfrutado en las montañas dolomíticas, un cuaderno demasiado extenso que habrá que abrir en otra ocasión.

Fuente bibliográfica: Frass Hermann, Los Dolomitas, Barcelona, España, RM 1979 


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