Llego a
Granada después de conducir una 6 horas; voy solo, bueno llevo una pasajera, se
llama íbera (mi bicicleta) con cuerpo de aluminio y calzando 29” de rueda. Va
completamente embalada entre cartones y plástico; son las condiciones de la
compañía de autobús.
Aparcado el
coche me cuelgo la bici al hombro, cargo los bultos y me encamino hacia la
estación de autobuses. El bus se pone en marcha en dirección Baza. Durante el
trayecto, una charla vía teléfono móvil de un joven, me deja perplejo por lo chabacano
del vocabulario empleado y el tema tratado; mejor no entro en detalles; pero me
podéis preguntar en privado, jejeje.Entre la conversación y las últimas luces de una tarde de últimos de noviembre, el autobús entra en Baza, descargo mi bici, la desembalo, le monto la rueda delantera y le coloco los bultos, andando y con pausa acelerada abandono la estación.
Voy en busca
de alojamiento, de entre los que tengo anotados, dos están cerrados; veamos el
tercero, ring, ring, se abre la puerta ¡bien! el dueño es ciclista de B.T.T.
¡requetebién! Tras una larga conversación una cosa me queda clara; el cruce de
la Sierra de Baza por los Prados del rey (mi idea original) queda descartado,
pueden llegar a sumar unos 100 kilómetros. Me da dos posibles; una coger
directamente la carretera de Caniles – Abla, que atraviesa toda la sierra por
la cota dosmil o acortar mi ruta original, tomando camino hacia el Cortijo
Cortezú y siempre por pista principal a salir al kilómetro 30 de la mencionada
carretera.
Tomo la
segunda opción, ya que así recorreré una parte de esta sierra declarada Parque
Natural. Todo fue bien, hasta que en una marcado desvío surgen dos pistas
principales; a ver que mire en el mapa del G.P.S… tras unos minutos me decido
por la equivocada, jaja. Vuelta atrás, después de recorrer unos dos kilómetros.
La tarde empieza a declinar y empiezo a notar el cansancio, finalmente conecto
con la carretera y empiezo a subir los diez kilómetros que aún me restan hasta
coronar el puerto, suerte que la pendiente no tiene mucho porcentaje. Me coge
la oscuridad. Estoy en cota dosmil, me abrigo con todo lo que tengo y decidido
empiezo un descenso vertiginoso; por esta vertiente hace un viento considerable
que a veces me frena y las manos se me están quedando como el cartón; el
reflejo de una menguada luna me permite llevar bien la trayectoria. Abajo del
todo veo las luces de la población y eso me anima ¡venga que en nada estamos,
ahí!A las 21:00 h. llego Abrucena, cuando le dije al casero que llegarían a eso de las 18:00 más o menos; un poco de retraso sí que he llevado, jeje. Una vez instalado en el apartamento me voy con el casero a un bar, donde la señora amablemente me hace una sopa que me hace recuperar el calor robado en el descenso. Me subo a mi aposento tremendamente agotado, llevaba tiempo si hacer tanta kilometrada; mañana me lo tomare con más calma.