Los Picos del Infierno; con ese nombre que suena así tan directo y asignado al lugar donde se condenaba al castigo eterno a los pecadores, poco incita visitar esta montaña rodeada de lagos y antaño de heleros permanentes. Sin embargo los Infiernos, como se le conocen popularmente entre el mundillo montañero, dista mucho de ser una montaña demoniaca que tenga nada que ver con el averno.
Esta montaña
pasa por ser una poderosa mole, ancha y con un desnivel importante desde los
lagos que yacen a sus pies. La cresta que une sus tres puntas, es en algunos
tramos aérea y con una acusada caída en ambas vertientes. Tiene como vecino al
conocido Garmo Negro, un tresmil bonachón que recibe muchas visitas. Y un
añadido más; posee unas formidables vistas sobre otros importantes macizos:
Balaitous- Frondellas, Marborés y Vignemale. En definitiva, un macizo que todo
tresmilero ha de tener en su bagaje.
Hace mucho tiempo que tenía intención de
visitarlo, ya que, lejano queda aquel invierno en el cual ascendí al Infierno
oriental y central. Así que aprovecho unos días de incipiente primavera y pongo
rumbo al averno, jiji.
La autovía
Mudejar se convierte de nuevo en el puente de enlace que me lleva a esta parte del
Pirineo; el Valle de Tena. Toda una zona de inagotables posibilidades. Así que
hecha la presentación de rigor, pasamos a la actividad que es a lo que hemos
venido.